14 de julio de 2011

"EL MASCULINO COMO GENÉRICO", SEGÚN LA RAE

Hace ya unos años, se ha puesto muy de moda el empleo de un lenguaje un tanto redundante, que consiste en repetir los mismos calificativos en masculino y femenino, con la más que dudosa intención de que nadie se sienta excluido ni ofendido.

Esta mala costumbre, que como desgraciadamente suele ocurrir, se está convirtiendo en un muy mal hábito cada vez más extendido entre presuntos cultos, no denota sino una gran ignorancia de las reglas básicas de la gramática española.

En lo que respecta al uso del masculino como genérico, la Real Academia Española (RAE) dice: “los desdoblamientos como hijos e hijas, ciudadanos y ciudadanas, son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. Su uso va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas”.

Asimismo, la RAE recuerda que el epiceno es aquel sustantivo que designa tanto a un individuo masculino como femenino independientemente del género gramatical del sustantivo. Por ejemplo: bebé, joven, miembro, gorila, etcétera.

El desconocimiento, o mal uso, de estas sencillas reglas gramaticales ha dado lugar a esperpénticas expresiones como “los miembros y las miembras...”, pronunciada por nada menos que la exministra de igualdad, Dña. Bibiana Aído, en un desesperado intento de no resultar sexista. Pues no, señora: no sólo no ha logrado su objetivo (¿y por qué no “miembras y miembros”, digo yo?), sino que además ha puesto de manifiesto, una vez más, que para ser político sobra la educación.

Pero no queda ahí la cosa. ¿Recuerdan qué era aquello de los participios activos? De acuerdo con nuestra casi olvidada gramática, "los participios activos son de una sola terminación que conviene al género masculino y femenino, y al artículo y pronombres neutros".

En castellano existen los participios activos como derivados de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de cantar es "cantante", pero... ¿cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a éste la terminación "-nte".

Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción. Del mismo modo, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "residente", no "residenta”.

Y ahora, la gran pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).

De manera que, a partir de ahora, ya no hay excusa para no utilizar adecuadamente los géneros, sin innecesarias redundancias, y sin temor a resultar sexista y desconsiderado, pues del mismo modo que existen palabras que parecen referirse, generalizando, al género masculino, también existen otras que, acabadas en “a” denotan ambos géneros, por ejemplo: dentista, poeta, sindicalista, pediatra, pianista, paisajista, futbolista, turista, contratista, taxista, artista, periodista, electricista, oculista, policía... y sobre todo ¡MACHISTA!

Que lo recuerden especialmente aquellos que pretenden hacer del idioma un arma... sexista. Acabemos ya con toda esta tontería y centrémonos en combatir el verdadero origen de la discriminación, que no está en las formas, sino en el fondo.

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